Lo visceral, lo salvaje. Naturalezas que te absorben, te succionan. Paisajes animales e inanimados que adquieren vida mezclada con fruición y se materializan en pinturas que no admiten tanto la contemplación pasiva como el azoro o la reacción apasionada de placer, rechazo, o ambos detonantes en explosión.
Cuando el compositor mexicano Víctor Ibarra (Guadalajara, 1978) vio algunos cuadros de Francisco Toledo (1940-2019) sintió que las pinturas “me caían encima y me comían”. Y ya que su relación con las artes plásticas es añeja y ha establecido con ella lazos creativos que le llevan a construir músicas, analizó, estudió y volvió a sentir aquellas pinturas en batalla perpetua para idear su Homenaje a Francisco Toledo.
Creada en 2014 para saxofón y ensamble con el apoyo de Ibermúsicas, la Casa de Velázquez-Academia de Francia en Madrid y el Sistema Nacional de Creadores, la obra fue grabada en el verano de 2019 por el ensamble gallego Vertixe Sonora, conducido por Nacho de Paz. Junto con otras cinco obras, el homenaje integra el disco La dimensión de lo frágil (The Dimension of the Fragile) impreso en enero de 2020 bajo el sello Neos, marca discográfica para música contemporánea centrada en composiciones de los siglos XX y XXI.
En el segundo aniversario luctuoso del pintor oaxaqueño (5 de septiembre de 2019), continuamos con este recuento de las labores creativas que detonan el arte toledano: la música, esa forma de asir el mundo que el propio Toledo amó a través de la ópera y algunas canciones populares; afinó por su cercanía con artistas como Eduardo Mata, de quien promovió y fundó la fonoteca homónima; amplió gracias a su complicidad con promotores como Ignacio Toscano y el compositor Víctor Rasgado, y disfrutó en lo personal mediante su línea dibujística llena de humor y guiños juguetones sobre los acordes, pianos, perros y cantantes boconas que se reunieron en el Cuaderno de música, realizadoa invitación del compositor Mario Lavista para insertarse en las páginas de la revista Pauta que dirigió por tres décadas y media, como quedó asentado en el texto A un año de su muerte: Toledo y sus músicas despiertas, en este mismo portal digital.
En esta ocasión, el lazo de la música con la obra toledana se materializa en una pieza contemporánea de 10’02 minutos de duración que confeccionó Víctor Ibarra, maestro de composición en el Departamento de Música de la Universidad de Guanajuato. Engarzó en el aire una suma de altibajos, crestas, llanuras, suspensos, chirridos, voces y aleteos para hacer un paisaje sonoro de eso que en la pintura escucha.
Para el escritor español Paco Yáñez, la partitura es “potente, atractiva, maravillosamente escrita” en una combinación de recursos de lo más diverso que proceden tanto “de un lenguaje de alturas como del ámbito del ruidismo (…) abigarrado, complejo, bello en un sentido musical, además de netamente comprometido tanto conceptual como estéticamente”. Subraya que la obra, como los lienzos de Toledo, “tiene algo obsesivo que se va agudizando, cada vez más visceral y potente, más complejo y musicalmente heterogéneo”.
El primer concierto de esta pieza para saxofón y ocho instrumentos se realizó en el marco de la residencia de Ibarra en Vigo, al noroeste de España, allá por 2014. Piano, cuenco tibetano, acordeón, violín, saxofón, flauta, latas de aluminio estrujadas y guitarra eléctrica, entre otros instrumentos y voces, se coludieron para aquel estreno en el marco del festival de música contemporánea vertixeVIGO 2014, a fines de noviembre de aquel año.
El evento fue reseñado por Paco Yáñez en el portal gallego-español Mundo Clásico especializado en música. En su texto subraya la coda de la pieza donde se escuchan las voces de varios músicos que traducen en sus respectivos idiomas (inglés, japonés, italiano, gallego y español) el poema de Charles Bukowski How to be a Great Writer, “escrito que Ibarra tiene en su estudio y es para él (una) ‘oración diaria’ ”.
Luego de su estreno europeo, la obra inspirada en Toledo se ha interpretado en Monterrey, México (2015) en el marco del XXII Festival Internacional Música Nueva, y para mayo de 2019 se volvió a escuchar en dos sedes españolas: primero en el Festival ENSEMS en Valencia y posteriormente en La Coruña dentro del Festival Resis.
Dice Víctor Ibarra en entrevista: “Hay una condición en común que veo en mi relación con Toledo, la resistencia. Mirado desde esa perspectiva, si bien su imaginario visual en la mayoría de su pintura es más figurativo, mi búsqueda no fue para nada algo que intentara describir su obra sino de todo lo contrario. Fue adentrarme en los conceptos de fondo y tratar de mantener mi perspectiva personal. Es decir: no traté de irme hacia lo figurativo y haber hecho quizás algo melódico. Renuncié a eso y me dirigí a lo abstracto pero con una palabra en común: resistencia.
—¿Qué sentido le das a la resistencia, en tu caso y en el de Toledo?
—En el compromiso social que tuvo siempre Toledo, por un lado; en hacer música contemporánea, por otro. De ambos sentidos viene la relación con la palabra resistencia en su sentido amplio. Desde lo social, tenemos tanta opresión y diferencias sociales en nuestro país, incluso en el manejo de los alimentos transgénicos, que generalmente no cuestionarnos ni ponemos en duda lo que hacemos, lo que escuchamos y lo que pensamos; vamos por la vida como en automático. Respecto de la música contemporánea, por ejemplo, la mayoría de las veces tendemos a aceptar lo que es sencillo, ligero, y no estamos acostumbrados a escuchar música compleja que nos ayuda a reflexionar y a encontrarle otros ángulos a la percepción.
Lo que me interesa es hacer una música que no pretende una facilidad ni una comunicación directa con quien escucha. Quiero decir con esto que trato de provocar, de generar un momento de reflexión que anime a las personas a detenerse, a diferencia de la música clásica, sencilla y tradicional que te complace todo el tiempo. Me interesa generar un placer no tan sencillo.
En este sentido hacer música contemporánea es resistir e ir en contra de lo digerido. Pero no en el hecho superficial de ir en contra por ir en contra sino de provocar un momento en donde el público pueda abrirse a todo tipo de posibilidades de escucha y de obtener múltiples respuestas.
—Volviendo a Toledo, si hablas de darle la vuelta a lo figurativo en su pintura y te centras en otros conceptos, dime cuáles son.
—La clave es, como dije, la resistencia. Y de ahí derivo hacia lo salvaje y lo visceral. En mucha obra de Toledo está esa temperatura, brutal y fálica, muy directa hacia el espectador. Por ejemplo, Vermeer hace que te sumerjas en sus cuadros, provoca que el receptor se acerque a la tela para ver sutilezas. En el caso de Toledo parece que te avienta el cuadro encima y que es la naturaleza la que te come a ti. Eso es un poco lo que sucede con la música que me generó su trabajo: no es una música que invita al espectador a que se acerque y escuche. Es, al contrario, algo salvaje porque yo trato de atrapar al escucha, de aventarle la propuesta sonora.
—Incluso podría decirse que la obra de Toledo provoca picos emocionales, sentires extremos. Y al no ser ni generar un mundo terso y suave puede llevar a cierto rechazo.
—Absolutamente, de hecho esa es la idea. Hace tiempo hablé de esta pieza con unos chicos en Francia: el sonido está allí, para todos; es la materia prima del compositor. Y ya es tarea de él ver qué hace con el sonido y si decide ponerlo lejos del público o si decide acercarlo. Por eso hablo de lo salvaje, incluso agresivo que yo traté de reflejar en mi música. Por parte del público puede surgir rechazo o que se sienta abrumado.
Claro que todo tiene qué ver con el marco general del tipo de música contemporánea a la que el escucha está acostumbrado. Muchas veces, quizás como el Homenaje a Toledo, son músicas que requieren una segunda escucha o escuchas paralelas ya sea de un mismo compositor, o de otros autores de la misma época para que obtenga un contexto y entienda lo que pasa.
Tapatío de nacimiento, la formación ampliada de Ibarra contempla tanto México como Francia y Suiza. Estudió flauta en la Escuela Nacional de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sus maestros asumidos con Hebert Vázquez, José Luis Castillo, Edith Lejet, Daniel D’Adamo y Michael Jarrell. Hizo su maestría en composición en el Conservatorio Nacional Superior de Música y Danza de Lyon, obteniendo el primer premio por unanimidad y el reconocimiento de la Fundación Salabert. Otros galardones europeos son: primer premio del concurso Auditorio Nacional de Música-Fundación BBVA en España; primer premio del concurso Mauricio Kagel, en Viena, y el primer premio del Basel Composition Competition en Suiza. Es miembro de la Casa Velázquez-Academia de Francia en Madrid. En 2018 regresó a México y desde entonces tomó como residencia la ciudad de Guanajuato, donde imparte clases universitarias.
Su alianza musical con las artes visuales suma quince años. Hijo de un ingeniero de minas y de una pintora amateur, encontró en la vocación plástica de su hermana el escenario que le motivó a mirar también ese mundo. Para su tesis de maestría planeó la pieza musical Alicia (Alice, 2011) a partir de los trazos que su hermana Azucena exploró alrededor de los multiuniversos en Alicia en el país de las maravillas. Víctor compuso entonces una obra para clarinete y percusiones que integró también en el disco La dimensión de lo frágil.
Relata que cuando inició sus estudios en composición le interesó “buscar un universo paralelo relacionado con la fantasía, la poesía y el imaginario” que encontró precisamente en la pintura a partir de una “curiosidad y búsqueda”. Uno de sus autores asiduos para escudriñar en las superficies pictóricas ha sido el barcelonés Antoni Tàpies, matérico por excelencia. En el Museo Tate de Londres vio en toda su majestuosidad las arenas, arcillas y elementos que desbordan sus cuadros y no pudo alejarlos ya de su mente. Hizo en música el Estudio sobre el gris y el verde (2011) que resultó en una especie de “paseo por el cuadro, una descripción meticulosa porque cada instrumento pertenece a cierta región de la superficie pictórica”. Con el tiempo fue a Barcelona, conoció los espacios relacionados con Tàpies y se adentró en su pintura hasta lograr cinco piezas que tienen al artista ibérico como punto de arranque. Además de concentrarse en Tàpies, miró el mundo conceptual del fotógrafo canadiense Jeff Wall.
Junto a las alianzas con su hermana pintora, la neurociencia que desarrolla su esposa Alejandra Reyes le auxilia para estar atento en los modelos que puede relacionar entre la percepción visual y la sonora, de la misma manera que expande la cualidad unidimensional del sonido hacia la bi o tridimensionalidad de las artes visuales.
Así, luego de Tàpies decidió “voltear a México, me puse a investigar y el primer autor cuya pintura me interesó fue Toledo. No fue una pieza en especial sino su incursión pictórica en conjunto”, sobre todo esos universos de zoologías y fantasía.
Lamenta no haberlo conocido en persona ni que el pintor hubiera tenido el tiempo de escuchar la pieza musical. “Se la mostré primero al maestro Mario Lavista y él se ofreció a mandar a Toledo tanto la partitura como la grabación pero eso ya no alcanzó a suceder. De alguna forma me apena pero también sabía que a él no le gustaban los homenajes ni algún tipo de reconocimiento así que quizás mi homenaje tuvo más sentido sin la necesidad de que él estuviera al tanto”.
El disco La dimensión de lo frágil se presentó el 10 de marzo de 2020 en el Museo Nacional de Arte (Munal) de la ciudad de México. Fue uno de los últimos actos presenciales realizados en un museo gubernamental (dependiente del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, INBAL) en la primera fase del estallido de la pandemia por la COVID-19 y del cierre de recintos públicos para evitar los contagios.
Además del Homenaje a Toledo, Alice y Estudio sobre el gris y el verde, ya mencionadas, el disco contiene Química del agua, La dimensión frágil y Paris wind behind me: composiciones creadas entre 2011 y 2016 durante un segmento de la estancia de Ibarra por doce años entre España (un año) y Francia (once años), con el apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA).
En aquella presentación en el Munal, el autor del cuadernillo del CD, Jorge Torres, sostuvo que escuchar este trabajo es “una aventura vinculada con el laberinto” al tratarse de una música “corporal y sensible”. El compositor José Luis Castillo resaltó que en Ibarra “no existe la tibieza musical” pues sus obras “gustan o no gustan, y ya”, en tanto que el crítico musical Juan Arturo Brennan dijo que las seis piezas que conforman el disco “son una combinación de resonancias e interferencias que crean sonidos casi inauditos” que es recomendable escuchar más de una vez. En un artículo en La Jornada, Brennan añadió que en la obra hay un “manejo tímbrico experto y diversificado” en tanto que la partitura resulta “explosiva desde el arranque, armada a base de sonoridades instrumentales extremas y/o inusuales, con la sabia contraparte de la dramaturgia del silencio”.
Víctor Ibarra es también director del Festival Callejón del Ruido que se realiza en Guanajuato. Su emisión 2020 dedicada a España (de marzo 16 al 22) se canceló por la pandemia y la emisión de este 2021 iniciará el 25 de septiembre de manera virtual. Él continúa al frente del festival y da clases (ahora virtuales) en la Universidad de Guanajuato. Anduvo metido hasta el tuétano con Ludwig van Beethoven, sobre todo con su Séptima Sinfonía, luego de la comisión que recibió para componer una pieza para el aniversario del genio alemán en octubre del año pasado. Recientemente concluyó un dúo para acordeones, trabaja en una pieza para saxofón solo y asegura que no soltará a Francisco Toledo: “Realicé hasta ahora una pieza musical pero me interesa seguirle la huella a la obra del maestro”.
Y sí: continúa la huella de Toledo en tanto y entre tantos.
Angélica Abelleyra
Periodista cultural especializada en artes visuales y literatura tanto en medios impresos como digitales y en televisión. Es licenciada en Comunicación por la UAM Xochimilco y es autora entre otros libros de Se busca un alma. Retrato biográfico de Francisco Toledo (Plaza & Janés, 2001) y Mujeres Insumisas (UANL, 2007). Hizo la coordinación editorial y la curaduría de la retrospectiva en el Centro Cultural Tlatelolco/UNAM, Rogelio Naranjo, Vivir en la raya (Ed. Turner, UNAM, 2013). Es coautora de los libros Héctor Xavier, el trazo de la línea y los silencios (junto a Dabi Xavier, UV, IVEC, 2016) y De arte y memoria. Bela Gold, una propuesta visual desde los archivos desclasificados de Auschwitz (UAM). Integra el consejo consultivo del Museo de Mujeres Artistas, MUMA.