Se trata del séptimo país más habitado del mundo, pero su breve extensión geográfica, incrustada en la corona del Golfo de Bengala al Sur de Asia, lo coloca como el de mayor densidad poblacional. Las famosas luces que llevan el nombre del Golfo surgieron en aquellas aguas para permitir la navegación nocturna y con ello conectar a la región. También la zona viene a nuestra mente por el “asesino de ganado a rayas”, tal como Rudyard Kipling describió al Gran Khan, el tigre de bengala de su grandioso Libro de la selva.
Si bien Bangladesh ha sido una economía relativamente pobre, hace algunos años Goldman Sachs la incluyó en la lista de los “Próximos once”: aquella generación de países que, posteriores al “BRICS” -acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- se presentaba como naciones prometedoras para la inversión y el crecimiento económico; oncena donde también aparecía México. Este país que flanquea a Birmania al Este y a la India al Oeste, ha visto crecer su economía en los últimas décades y ahora, por su Producto Interno Bruto, representa la 26ª a nivel mundial; no obstante, tal como sucede con varios Estados en vías de desarrollo, la distribución de la riqueza es inequitativa, aunque han incidido de manera favorable algunos esfuerzos para reducir dicha desigualdad.
Una de las acciones exitosas que han coadyuvado para mejorar las condiciones de vida es el programa de microcréditos a través del Banco Grameen (rural en sánscrito), ideado por Muhammed Yunus. Este modelo consiste en otorgar préstamos a bajas tasas de interés para proyectos productivos encabezados por mujeres. Debido a la dificultad de contar con garantías para el pago de los mismos, el economista bangladesí diseñó el otorgamiento de los créditos a través de núcleos integrados por cinco mujeres que se encargarían del acompañamiento del proyecto; es decir, cada una de las integrantes del núcleo recibe un préstamo para la actividad que llevará acabo, pero vigilarán entre ellas el pago de los mismos y si alguna no lo hace, tendrá que abandonar el grupo.
Hará diez años asistí a una plática durante una visita que Yunus realizó a México. Afable, de sonrisa continua, compartió su experiencia del modelo de microcréditos desde los años 70 en Bangladesh, mismo que en el 2006 lo llevó a ganar el Premio Nobel de la Paz junto con el Banco Grameen. Su interés por cambiar la suerte de las familias en pobreza comenzó cuando recorriendo algunos pueblos en su país, se encontró que en uno de ellos 42 personas debían entre todas 27 dólares a prestamistas; los intereses que debían pagar les implicaba vivir en una angustia terrible. Se propuso entonces darles dicha cantidad para pagar el saldo; ello les representó una liberación profunda, pues mucha gente vive atada a un sistema voraz que les esclaviza y no les permite salir adelante.
A partir de ahí surgió su iniciativa de microcréditos que cada año presta mil millones de dólares en pequeñas cantidades a más de ocho millones de mujeres en 27 mil pueblos. Si bien al principio los créditos se daban a hombres y mujeres, ellas eran más responsables en los pagos de los mismos; bajo este criterio la tasa de recuperación oscila en el 98%.
El modelo de Yunes tiene varias virtudes: por un lado se trata apoyar proyectos productivos que generen bienestar para mujeres y sus familias, como la siembra, la apicultura, la ganadería, el comercio; además, muchos de estos tienen un bagaje cultural muy sólido, como las artesanías, el cultivo de especies endémicas o las cocinas comunitarias; asimismo, las condiciones son accesibles para el pago de los mismos, pues se realizan semanalmente a bajas tasas de interés y con abonos al capital, lo cual representa una carga menor. Además, el sistema de acompañamiento entre mujeres genera un alto nivel de capital social, que se traduce en gran solidaridad comunitaria y civilidad. Finalmente, se trata del empoderamiento de las mujeres en una nación con tradición musulmana, donde se han visto deprimidas por el sistema cultural en que viven.
La expansión de Grameen a otros sectores económicos además de la banca, como la telefonía y el comercio, habla de un modelo existoso que ha permitido darle la vuelta a la situación de pobreza en la que muchos han estado sumergidos por generaciones. Se trata de un enfoque en donde a la gente sin recursos no se les toma como un gasto por parte del Estado y tampoco representan una oportunidad para los prestamistas de aprovechar la situación en la que vive mucha gente. Los apoyos a la productividad, como lo hace Grameen, son estrategias de largo plazo cuyos efectos inciden no sólo en el desarrollo económico, sino en un cambio cultural a través del fortalecimiento del captial social, la preservación de actividades rurales, comerciales, artesanales o culinarias y al empoderamiento, en este caso de mujeres.
Me entero ahora que Yunus se encuentra bajo investigación por posibles delitos financieros en Bangladesh; “no lo sé de cierto”, pero sí puedo recordar la historia de Selina quien en el documental To chatch a dollar, acerca de la expansión mundial de Grameen a más de 40 países, narra que fue vendida por su padre a un prestamista cuando tenía once años; tiempo después adquirió su primer crédito para comprar gallinas; después de diez años Selina es dueña de una vaca, dos parcelas para la siembra de arroz, una pequeña casa con tres habitaciones y tiene una hija que aspira a ser doctora.
Andrés Webster Henestrosa
Andrés Webster Henestrosa es Licenciado en Derecho por la UNAM con maestrías en Políticas Públicas y en Administración de Instituciones Culturales por Carnegie Mellon University. Es candidato a doctor en Estudios Humanísticos por el ITESM–CCM, donde también ha sido docente de las materias Sociedad y Desarrollo en México y El Patrimonio cultural y sus instituciones. Fue analista en la División de Estudios Económicos y Sociales de Banamex. Trabajó en Fundación Azteca y fue Secretario de Cultura de Oaxaca. Como Agregado Cultural del Consulado General de México en Los Ángeles creó y dirigió el Centro Cultural y Cinematográfico México.