Homo Virus: La muerte del trovador

Murió Óscar Chávez sin conocer la versión de que el autor de La Ixhuateca, una de las canciones que más veneró, fue obra del escritor Andrés Henestrosa, nacido precisamente en Ixhuatán, en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. (Imagen: Paso Libre).

LOS ÁNGELES. En mi confinamiento me entero por Internet que el virus aniquilador se ha llevado a uno de los más grandes trovadores que ha dado el país, Óscar Chávez. Tuve la fortuna de estar presente en algunos de sus conciertos. Lo recuerdo sereno, profundo, manipulando su guitarra con ahínco, acompañada de su sólida pero a la vez delicada voz.Particularmente sus interpretaciones de Por ti, Perdón, La Mariana y Macondo, las disfrutaba antes y ahora que me he dado el gusto de reescucharlo ante su lamentable deceso. No obstante, ha sido La Ixhuateca la que más me ha emocionado. Se lo escuché decir en un par de conciertos: “Esta es una de las canciones más bellas que se han compuesto en México”. Y aunque Óscar Chávez la atribuía al dominio público, lo cierto es que se trata de una pieza de mi abuelo, Andrés Henestrosa, quien bohemio empedernido, nunca se procupó por registrar sus canciones.

La labor la llevó a cabo más tarde mi madre, abogada y paradójicamente dedicada derechos de autor. Las piezas de mi abuelo eran para la ocasión, compuestas al calor de las fiestas; seguro que otras se habrán perdido, pues eran escritas en servilletas o simplemente a guisa de la improvisación.

Platicaba mi abuelo que en una ocasión con Agustín Lara, entre copas, en el bar del legendario Hotel Ritz, donde el flaco erguido y elegante cautivaba a los tertulianos de aquel México nostálgico desaparecido ya del imaginario cultural, con la espontaneidad que a ambos caracterizaba, se abocaron a la improvisación y de aquello surgió la canción Contrastes. Cuando Lara le preguntó “¿y ahora qué hacemos con esto?”, mi abuelo le respondió: “Quédatela, es tuya” y así hemos tenido la fortuna de que el veracruzano pudiera perpetuarla en su selección melódica.

La Ixhuateca, me imagino, junto con La Martiniana y otras canciones de mi abuelo, habrían de tener similar origen; pero afortunadamente han brotado por varias voces que nos han halagado al escucharlas. Todas bellas interpretaciones, no obstante, la de Óscar Chávez y la de mi madre, Cibeles Henestrosa, son para mí las más atinadas y emotivas.

En el tránsito de entresiglos, Óscar Chávez vio su producción musical en discos de acetato, en CD’s y ahora se le escucha en las aplicaciones de Amazon y Spotify.

Cuando tuve mi primer cargo en el sector cultural, hace poco más de cinco lustros, como director de Cultura de la Delegación Azcapotzalco, participé en la organización de las fiestas patrias. En ese entonces el estelar fue Óscar Chávez. Plaza llena, corría el viento, público entregado. Nuevamente escuché saliendo de su voz La Ixhuateca. Fue la única vez que lo habré tratado, fue un encuentro somero. Sobrio, educado, pero a la vez algo distante.

No me atreví a sugerirle que la pieza era de mi abuelo, y que su título provenía precisamente del pueblo donde nació en 1906, Ixhuatán, Oaxaca, en el Istmo de Tehuantepec. No obstante la disfruté y canté al unísono aquellos versos que desde niño escuchaba en casa, en aquel tiempo en que no alcanzaba a entender con exactitud su sentido, hasta ya pasados los años, cuando la muerte se acercó a mi entorno y murió la destinataria, mi abuela:

De ahí tengo el corazón

En dos mitades partidos

La una le teme a la muerte

A la otra le espanta el olvido

La verdadera muerte es el olvido. Me detengo a contemplar la fotografía enmarcada de mis abuelos. Me sirvo un mezcal, activo mi celular, busco los éxitos de Óscar Chávez y me atrevo a cantar con el trovador la profundidad de aquellos versos:

Y aunque han pasado los años

Nunca ha pasado aquel día

Share the Post: