LOS ÁNGELES. De niño esperaba ansioso la llegada del verano. Cada año sus padres lo conducían al aeropuerto de Los Ángeles para encargarlo con los sobrecargos que tenían la encomienda de entregarlo a sus abuelos en el aeropuerto de Oaxaca. Juan Manuel recuerda que bajando del avión cierta metamorfosis recorría su cuerpo y su espíritu, pues los olores, el aire, el ambiente, los sabores, los colores cambiaban súbitamente y le hacían sentirse en el que consideraba realmente su hogar. Previa parada para almorzar en el mercado, el recorrido sinuoso continuaba hacia la Sierra Norte, a la comunidad de Soloaga, lugar de donde emigraron sus padres años antes del nacimiento de Juan Manuel.
El entorno inyectaba a su cuerpo una energía especial que se convertiría en un proceso inspirador. Veía las calles, la cadencia del paso de los transeúntes, la vegetación, los rótulos de las tiendas en cada pueblo por el que atravesaban antes de llegar a su destino. Terminado el largo pero emocionante periplo, Juan Manuel se preparaba para los dos meses que conviviría y trabajaría con la familia. Sus jornadas eran largas, básicamente en el campo, al lado del abuelo, orgulloso de la estirpe a la que pertenecía; se sentía en plena libertad, bajo la infusión de ese aire fresco característico de la sierra; masticando el zapoteco en las horas de descanso frente a la deliciosa merienda preparada por la abuela, con base en los elementos propios de la milpa, origen de la sabia dieta de los pueblos originarios: el maíz, el chile, el frijol, la flor de calabaza, la gallina y el resto de los elementos que serían suficientes para preparar los suculentos platillos de origen ancestral.
Su niñez en Los Ángeles, en cambio, la recuerda algo aburrida, monótona. Crecido en el Centro Sur de la ciudad, cuando Juan Manuel era niño, acudía a la escuela donde sus compañeros y amigos, la mayoría de origen afrodescendiente, inyectaron en él la sensibilidad y el dramatismo ante los retos que viven dichas minorías por siglos oprimidas. En sus ratos libres ayudaba a su padre, de oficio costurero. De verlo trabajar, con la delicadeza en el movimiento de sus manos, le nació el interés por el arte: “El sastre es un artista – afirma- pues requiere de especial sensibilidad y destreza”.
La paradoja en la que creció, por un lado, sintiéndose ajeno en la tierra en que había nacido, siendo testigo de las diferencias e injusticias, pero que le daban la oportunidad de entender los retos que todavía han de sobreponer, y por el otro, regresar intermitentemente al que realmente sentía su hogar, y ser testigo igualmente de otro tipo de discriminación, “más clasista que racista”, forjaron un ser humano sensible ante las diferencias y las minorías duramente castigadas por factores sociales, humanos y económicos.
Fronteras que se encuentran
Cuando John, como sus amigos de este lado le dicen, regresaba de Oaxaca a Los Ángeles, percibía cierta analogía en algunas de las calles y en la gente que por ahí transitaba; veía los mismos rostros de lamento; se asomaba a las tiendas y se reencontraba con los mismos rótulos que había visto en Oaxaca. Para nuestros paisanos, sostiene, los rótulos han sido un elemento de identidad y un aliciente, pues han de llegar a una ciudad totalmente ajena y cuando se encuentran con dicha iconografía, exactamente como la habían visto en sus pueblos de origen, encuentran una referencia, una conexión a la cual pueden afianzarse; intuyen que ahí encontrarán a alguien con quien podrán entenderse, dialogar y hasta quizás apoyarlos en definir un destino más certero ante la aventura que por necesidad se vieron obligados a emprender.
Juan Manuel, como artista plástico, se ha dado a la tarea de realizar un homenaje a ese tipo de expresiones visuales basada en las tipografías hechas a mano, efímeras pero contundentes y típicas de los paisanos que al llegar a Los Ángeles las reproducen como para delimitar su propio espacio geográfico en un territorio ajeno; con los elementos endémicos que traen a rastras. Ahí encontrarán los productos de sus pueblos que les darán la energía para resistir los avatares que habrán de enfrentar.
Tuve la oportunidad de conocer a Juan Manuel a propósito de la exposición de grabados Rótulos en el Centro Cultural y Cinematográfico México (CCCM), del Consulado General de México en Los Ángeles en el 2017. Un año después le sugerí a Freddy Aguilar, director de la Biblioteca Henestrosa de la Ciudad de Oaxaca, la posibilidad mostrar su trabajo en la galería de la casona que alberga la biblioteca; sería la ocasión de que en Oaxaca se pudieran dar a conocer las conexiones y dinámicas de apoyo que se generan a partir de la congregación de la comunidad en espacios marcados por los rótulos. Freddy, gustoso, aceptó y Juan Manuel tuvo así la dicha de exponer en su propia tierra.
Juan Manuel trabaja en un nuevo proyecto, el de las castas: una profunda reflexión del mestizaje que caracteriza nuestra cultura. Su reciente propuesta gráfica exhibe los elementos endémicos de las américas, y los adoptados por las culturas con las que hemos coexistido, y muestra cómo de toda aquella fusión han nacido expresiones culturales tan auténticas que definen hoy en día lo “mexicano”, un concepto que rebasa el límite tradicional del Estado-Nación; hoy, por lo contrario, no puede entenderse la cultura mexicana sin aquella de nuestros hermanos más allá de los límites fronterizos. Tal como lo ha vivido Juan Manuel, nutrido doblemente por sus orígenes oaxaqueños y por los retos que vivía con su familia como migrantes.
Andrés Webster Henestrosa
Andrés Webster Henestrosa es Licenciado en Derecho por la UNAM con maestrías en Políticas Públicas y en Administración de Instituciones Culturales por Carnegie Mellon University. Es candidato a doctor en Estudios Humanísticos por el ITESM–CCM, donde también ha sido docente de las materias Sociedad y Desarrollo en México y El Patrimonio cultural y sus instituciones. Fue analista en la División de Estudios Económicos y Sociales de Banamex. Trabajó en Fundación Azteca y fue Secretario de Cultura de Oaxaca. Como Agregado Cultural del Consulado General de México en Los Ángeles creó y dirigió el Centro Cultural y Cinematográfico México.