Mariachi Charanda, una osadía

Las revelaciones: Mariachi Charanda, en grande con su primer disco. (Fotografía de Adrián Bodek, otras imágenes cortesía de María Perujo Lavín).

 

La niña tenía tres años. Con crayola o un lápiz se ponía a dibujar mientras escuchaba los ensayos de su papá y sus tíos. Se reunían todos los viernes a tocar y cantar sones, huapangos, pirecuas y alguna ranchera tradicional. Y a tomar tequila. A ella le encantaban esas canciones y mientras coloreaba, el sonido de las voces y las cuerdas de la guitarra, el violín, la vihuela y el guitarrón, le hacían cosquillas en el oído y en el corazón. Tres décadas después, María Perujo es vocalista del Mariachi Charanda y el motor que llevó a la agrupación musical a grabar su primer disco.

En plena pandemia, la conversación social en México se encuentra tan inundada como las calles, pero con temas como el número de los muertos y los contagios de cada día por el Covid-19, las mañaneras, la “consulta popular”, el quién es quién “de las mentiras”, la crisis climática, los desplazados, la violencia y el crimen en gran parte del país… En ese entorno, hay a quienes se les ocurre cantar sones y rancheras. Y no solo eso, sino presentar un compacto de música que, además, es tradicional. Voz y cuerdas para alegrar la vida y recordar que en la enciclopedia de la cultura mexicana hay un lugar para la tradición popular, para la música viva de hoy y de ayer. En la era de las superproducciones a distancia, optan por la aventura de grabar 15 canciones en estudio para producir un CD con mínima edición, y que se escucha tan natural como si estuviéramos un viernes en la sala de la familia Perujo, con un tequila o un mezcal, cantando La chata, El capulinero, El limoncito, La tequilera, El herradero, Atotonilco, Tierra mestiza, El huizache

María Perujo no solo es la vocalista del Mariachi Charanda, sino diseñadora gráfica e ilustradora de libros para niños. Y al mismo tiempo que presentaba con su familia, es decir, con su papá, su tío, su primo, el padrino, su hermana… el compacto Mariachi Charanda, estrenaba su nuevo libro Redondo (Planeta lectores) cuyos protagonistas son un niño músico y una niña que juega futbol.

Escucharla en entrevista, a sus 32 años, contar el origen de Charanda, nos lleva, de pronto a recordar otras historias, como la de la familia Toussaint y su grupo Sacbé. Inició antes de que nacieran Eugenio, Cecilia, Fernando y Enrique en una familia que lleva la música en las venas: bisabuela pianista, bisabuelo médico que componía valses y chotices para la banda del pueblo y cuyas piezas para piano se hallaron en la Catedral Metropolitana; un abuelo amante del jazz que tocaba el saxofón y el clarinete y luego esos cuatro niños que crecieron para conformar la primera generación de Toussaint que dedicó su vida por completo a la música. Eugenio se casó con Alicia Ayala, mezzosoprano, prodigiosa para el canto y para la sonrisa. Y sus hijos Jan, Adrián y Valeria, ya nadan en el mismo río.

 

De izquierda a derecha: Javier Lassard, Emilia Perujo, José Luis Perujo, Carlos Carral, María Perujo y Emilio Perujo. (Fotografía de Adrián Bodek).

 

O esta otra historia: la de un niño de cuatro años en un pueblo llamado Barquisimeto. Desde que nació sus padres lo dormían con una radio encendida bajo la almohada, así que soñaba a ritmo de vallenatos, rancheras y merengues. Su papá era trombonista, tocaba en una orquesta sinfónica durante el día y en bandas populares por las noches. Su mamá cantaba en un coro. Un día, los acompañó a un festival de salsa y los músicos lo treparon sobre una pila de cajas de cerveza, le dieron dos baquetas y se puso a tocar los timbales. Ahí empezó todo en la vida musical del hoy director de orquesta, el venezolano Gustavo Dudamel.

Y es que, detrás del nuevo CD Mariachi Charanda, hay una historia familiar también cuyo origen está en el gusto, en el puro placer de reunirse entre amigos y primos a cantar sones michoacanos y jaliscienses y de pronto alguna ranchera. Pero no cualquier ranchera, sino la de toque tradicional, es decir, interpretada con puras cuerdas y voz.

No usan traje de charro, sí una elegante camisa blanca y pantalón de rallas. Y un dato clave: “No tocamos El rey ni De qué manera te olvido” como se lee en la tarjeta de presentación del grupo. Así se introducen cuando los contratan para tocar en comidas, museos, fiestas, conmemoraciones históricas como la del Bicentenario de la Independencia en el Zócalo o festivales, como aquellos de Alas y Raíces donde cantaban música mexicana para niños en el programa “Juglares y jugares por todos los lugares”. Interpretaban a Cri-Cri, pero también a Chava Flores y, desde luego, sones jarochos y michoacanos.

Cuenta María: “Charanda es un mariachi tradicional, al estilo antiguo, es decir, puras cuerdas y voz. Así era hasta que surge, en la época de Porfirio Díaz, el mariachi moderno que incluye la trompeta. El Mariachi Vargas también era tradicional hasta que incorporó otros instrumentos. En la Ciudad de México hay sobre todo mariachis modernos, pero en el occidente del país está renaciendo el tradicional, les enseñan a los niños desde pequeños a tocar guitarra o violín al mismo tiempo que aprenden a zapatear, y el sonido es muy distinto. Nosotros tenemos instrumentos auténticos, la mayoría vienen de la zona donde se tocan originalmente. Y también poseemos un sonido propio”. Agrega con orgullo: “Ya hay, en Cocula, quienes tocan nuestra versión de La chata”.

Este año se cumple una década de la inclusión del mariachi en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco en 2011. María Perujo era una niña entonces, pero ya estaba en Charanda. Se integró hace 27 años, “es un parte muy importante de mi vida”, dice.

 

Música y literatura en la vida de María Perujo Lavín.

 

Platica: “Todo empezó hace 41 años, en 1979, cuando mi papá, Emilio Perujo, y Carlos Carral empezaron a reunirse con sus amigos a cantar y a tomar tequila todos los viernes. Mi papá tocó antes guitarra flamenca, luego comenzó a interpretar música mexicana, sones huastecos y jarochos, de Jalisco, Nayarit, Colima, Michoacán, del occidente del país. Poco después, se inventaron una gira a España donde tocaban en las calles de Madrid. Además de su formación musical, algunos con estudios en el Conservatorio y la Escuela Nacional de Música, varios también ya ejercían otras profesiones para vivir, como la ingeniería. Pero después de esa gira, mi papá dejó su trabajo ingenieril para dedicarse a la música”.

Recientemente, Emilio Perujo le contó a Alain Derbez (en su programa Por sus obras los conoceréis de Radio Educación) que al regreso de la gira hicieron varias presentaciones radiofónicas, por lo que necesitaban un nombre, así se bautizaron “Charanda”, que es una bebida de Michoacán, estado al que iban con frecuencia porque ahí les fabricaban sus instrumentos. También comentó que durante unos ocho años, acompañó como guitarrista flamenco a Pilar Rioja. Luego fue guitarronero de su propio grupo hasta que su hija mayor, Emilia, le preguntó si era difícil tocar el guitarrón. Él contestó que todos los instrumentos son difíciles y le cedió el suyo para que probara. Desde entonces, ella toca el guitarrón y su padre la vihuela.

Continúa María: “Yo me incorporé a los cinco años. Iba todos los viernes a los ensayos y me ponía a dibujar. Entonces a mi papá se le ocurrió incluir niñas, éramos seis, nos decían ‘Las Charanditas’, tocábamos la Misa Mexicana de Jesús Echeverría. En la adolescencia se fueron saliendo una a una y ya me quedé como solista”.

Los integrantes de Charanda hoy son: María Perujo Lavín (voz), José Luis Perujo (violín y voz), Javier Lassard (violín y voz), Emilia Perujo Lavín (guitarrón), Emilio Perujo (vihuela, voz y guitarrón), Carlos Carral (guitarra de golpe y voz) y Sergio Méndez como invitado (vihuela, guitarra de golpe y voz).

Se han presentado por todo México, España, Francia, Grecia, Estados Unidos, Brasil y Argentina. Además, han participado en el Primer Encuentro Internacional de Mariachi y en el Noveno Encuentro Nacional de Mariachi Tradicional.

 

Grabando en familia la música que les da razón de ser.

 

Cada integrante tiene doble vocación. Si Emilio Perujo es ingeniero industrial y trabajaba en la Ford antes de entregarse a la música como maestro y guitarrista, José Luis, su hermano, es violinista desde niño, se graduó en Agronomía y publica todos los días una caricatura en El Economista (es Premio Nacional de Periodismo 1993). Carlos Carral es agrónomo, Emilia es antropóloga, Javier Lassard es experto en tecnología, María da clases, es diseñadora gráfica e ilustradora. Cabe recordar que ilustró, entre otros, Es puro cuento de la escritora Mónica Lavín, que además de colega es su mamá.

“Todos tenemos dos jornadas, dos pasiones”, dice. Recuerda que cuando se fue a estudiar la maestría en ilustración a la Universidad de Vigo, en Pontevedra, España, “lo que más extrañaba eran los ensayos de los viernes”.

María comenta que hay pocas grabaciones de mariachis tradicionales. El Cuarteto Coculense fue uno de los primeros en grabar su música en la primera década del siglo XX. También menciona una muy buena grabación del Mariachi Tradicional “Los del Rancho”. Cita con frecuencia a Jesús Jáuregui, muy cercano a Charanda, historiador de la música y autor de El mariachi, símbolo musical de México, en donde da cuenta de los orígenes, la transición del mariachi tradicional al moderno, el papel de la época de oro del cine mexicano y de la radio, la importancia de Pedro Infante y Lucha Reyes…

María insistió durante tres años para que grabaran el disco. Quería dejar un registro de su historia en la memoria de la música mexicana. Se entercó, convenció al grupo y se concentraron en el estudio Fábrica de éxitos para grabar 14 piezas en vivo. Incluyeron una canción adicional, grabada en 1995, con José Nieto, “El Purépecha” (vihuela y voz), que murió hace 12 años. La producción musical es de Alejandro Colinas de Producciones Alebrije con Stonetree Music.

Escucharlo alborota al corazón. Los sones de Michoacán y Jalisco y las rancheras popularizadas por Lucha Reyes: La tequilera y El herradero, o La pulquería y Tierra mestiza de Gerardo Tamez, son una fiesta.

El disco estaba listo para darse a conocer en 2020 cuando se atravesó la pandemia. Por fin, el pasado 25 de julio Charanda lo lanzó en el Foro del Tejedor. Y en este México tan complejo como caótico, la música mexicana se impuso para conmemorar la vida. Y la terquedad de María Perujo que asegura: “Con más arte y más música habría paz”.

 

adriana.neneka@gmail.com

 

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